Blog 13. 8. Sexo

Aún recuerdo esa mañana en la que me desperté atrapado entre tu precioso y largo pelo rubio que dibujaba en las sabanas un cuadro abstracto que hubiera mirado hasta la saciedad. Lo recuerdo como si fuese ayer, tú aún dormías. Pero yo no, estaba acostumbrado a madrugar, lo cual era una ventaja porque podía disfrutar de cómo dormías tan plácidamente. Todas las noches contigo había sido como la primera vez que te conocí, no me cansaba nunca de tenerte junto a mí.

Estabas durmiendo como si fueras una niña pequeña y a veces arrugabas la nariz. Yo intenté acariciarte la cintura y tú te estremeciste, te giraste y pude ver el resto de tu cuerpo desnudo revuelto en las sabanas.

Y yo pensé en ti. En el momento en el que te conocí, cuando noches después te metiste en mi cama por primera vez, en cómo olía tu piel a cada caricia que te iba regalando. 

Te desnude. Me desnudaste. Y yo me puse encima de ti. Tú gemías. Yo me movía al ritmo de tu respiración. Tú me mordías. Yo te mordía. Tú reías. Yo te besaba. Tú volvías a gemir. Yo gemí también. Me gritabas que no parara. Yo no quería parar. Eras mía. Yo era tuyo. Gemías. Gemías. Gemías. Gemías. Gemías  Y volvías  a Gemir. Me encantaba oírte. Te corriste. Me corrí. Silencio. Sonreíste. Te besé.

Aún recuerdo nuestra primera vez…

Desperté de mis profundos pensamientos y me pegué a ti, llevando conmigo mi erección por haber pensado tanto en nosotros. Me pegué tanto a tu cuerpo que por un instante pensé que te atravesaría.

- Parece que alguien se ha despertado contento.

- Estás despierta… 

- Para no estarlo, teniéndote pegado de esa forma.

- Es tu culpa, estaba pensado en nuestra primera noche juntos.

Y volviste a hacerlo. Me besaste. Te pusiste encima de mí. Y gemiste…

- El sexo contigo es maravilloso.

- Y la vida contigo también lo es.

- Pero ahora no estamos hablando de eso.

Volviste a gemir. Y yo gemí. Te movías. Yo también… Gemiste. Gemiste. Gemiste. Gemiste. Me sujetabas las manos. Te movías como nunca. Y me corrí. Y tú también. Te echaste sobre mi pecho. Lo besaste. Y yo te besé la cabeza. Suspiraste.

Tú siempre has pensado en sexo. Sexo. Sexo. Sexo. Sexo. Sexo. 

Y yo siempre recordaré esa mañana en la que me desperté atrapado entre tú precioso y largo pelo rubio que dibujaba en las sabanas un cuadro abstracto que hubiera mirado hasta la saciedad...